16 de marzo de 2009

Prólogo (por Lluís Casado Esquíus)


Steiner declara El otro lado del poder como una continuación de su obra más conocida Los guiones que vivimos. Ciertamente el libro que el lector tiene en sus manos desarrolla algunos temas ya planteados en el libro anterior como los juegos de poder o las relaciones cooperativas, pero es más que eso.

Claude Steiner es un autor atípico en la comunidad de analistas transaccionales, a pesar de que formó parte de la primera generación de transaccionalistas surgida de los seminarios de San Francisco que dirigía el propio Eric Berne. Desde el principio, fiel a su participación en movimientos de psiquiatría radical, su perspectiva teórica y profesional tuvo una clara orientación social y también política. En realidad esta orientación estaba también presente aunque subterránea en el propio Berne, pero en Steiner se hace claramente manifiesta. Si Berne pretendía fundamentalmente curar pacientes y grupos, Steiner pretende «curar» también la sociedad.

El otro lado del poder focaliza su mensaje en esta orientación social. Los guiones que vivimos es un libro sobre el guión de vida en el que se habla de los juegos de poder, los guiones de género o las relaciones cooperativas como aspectos importantes del crecimiento personal. El otro lado del poder nos habla de la liberación individual y social a partir de un análisis de las relaciones de poder, en las que los guiones tienen un papel importante.

El otro lado del poder constituye el libro básico de Steiner sobre su tema principal, al que no ha renunciado ya que en su última obra (Emotional literacy, 2003) retoma la cuestión del poder como la otra cara de la moneda de la alfabetización emocional y propone maneras sanas para usar las distintas formas de poder personal.

La visión sobre el poder de Steiner es típicamente transaccionalista ya que recoge una de las aportaciones, en mi opinión, más importantes del modelo berniano: es a la vez intrapsíquica y relacional.

Para Steiner el mal uso del poder consiste en utilizarlo para controlar a las otras personas. Estas relaciones manipuladoras se manifiestan en los juegos de poder en sus diversas formas (intimidación, mentiras, «todo o nada», control pasivo), y pueden tener éxito gracias a la vulnerabilidad de las personas a causa del «Padre Cerdo» llamado ahora «Enemigo», entendido como la voz de nuestro guión que nos obliga a tener comportamientos que libremente no escogeríamos.

El crecimiento personal consiste, pues, en evitar los juegos de poder, tanto los iniciados por uno mismo como los que nos llegan de los otros (nivel relacional), para lo cual es necesario saber controlar a nuestro «Enemigo» (nivel personal).

Pero Steiner, va más allá y propone las soluciones creativas basadas en sistemas cooperativos como la forma realmente sana de utilizar el poder. Las relaciones cooperativas cierran el círculo en su modelo ya que contemplan el intercambio sano de caricias positivas, la evitación de salvaciones (juegos psicológicos) y ciertas habilidades comunicativas para afrontar las situaciones emocionalmente difíciles.

Steiner es un autor consistente, en el sentido de que ha ido desarrollando las ideas centrales de su pensamiento a lo largo de los años. Así la ley de economía de caricias, el Padre Cerdo, las relaciones cooperativas, las relaciones entre los hombres y las mujeres, la alfabetización emocional, y, el poder como síntesis de todo ello, forman el núcleo de su teoría que ha ido desarrollando con los años utilizando el Análisis Transaccional como marco de referencia.

Este libro inicia una trilogía junto a los posteriores When a man loves a woman (1986) y La educación emocional en sus dos versiones (1997 y 2003), en los que el profesional o el lector interesado en comprender mejor su vida y relaciones encontrará algunas de las claves del malestar social actual. No propone soluciones mágicas al estilo de la mala literatura de ayuda sino que propone un mapa de las cuestiones sobre las que las personas debemos reflexionar, nos recuerda que si no aceptamos la responsabilidad de nuestro crecimiento éste será improbable, y nos confronta también a nuestra responsabilidad social.

La puesta en práctica de sus propias ideas que Steiner hizo, hace ya años, en la pequeña comunidad de su rancho en Ukiah tuvo, en sus propias palabras, su lado positivo, y también sus dificultades, pero se ha mantenido fiel a sus principios. Sigue empeñado en mejorar la sociedad de este siglo XXI que anuncia cambios, no solo tecnológicos, que solo empezamos a entrever. La vieja y mítica California de los sesenta y setenta del siglo pasado ya no existe, pero sí perduran algunos de los problemas ante los que personas como Steiner no dudaron en plantar cara.

Hace algunos años, en una conversación personal, Claude me manifestaba su frustración y su decepción por no haber sido fiel a sus propias propuestas en la relación fracasada de su pareja de diez años. Sentía que se había traicionado a sí mismo y a los que compartían sus ideas. No recuerdo exactamente mi respuesta pero más o menos debió ser: «No voy a salvarte (y además no me lo permitirías) pero sé que de esta experiencia vas a aprender algo que te permitirá avanzar con más fuerza». Creo sinceramente que su énfasis en la educación emocional en los últimos años tiene su origen en aquella época.

Espero que el lector pueda extraer de El otro lado del poder provechosas ideas de crecimiento que solo pueden surgir de la coherencia teórica y práctica y de la congruencia de los principios y valores de los que ha hecho gala Claude Steiner en estos más de treinta años de dedicación constante a contribuir a tener una sociedad más cooperativa y sana.

Lluís Casado Esquius
Barcelona, octubre de 2008

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